El desafío
Llevaba tiempo diciéndome que tenía que cambiar, abandonar los itinerarios programados de las últimas salidas a Jigging recorriendo en modo automático mi librería de marcas.
No he juntado tantas piedras haciendo siempre lo mismo y ese reto que cada cierto tiempo me obligo a realizar lo tenía olvidado. El reto consiste en salir a pescar y no tocar ninguna de las piedras conocidas. Las vacaciones te permiten realizar varias salidas por semana y tras unas jornadas muy buenas de lubinas con paseantes y sargos a fondo me decidí con el desafío.
La verdad es que se hace un poco duro al principio, otra vez de nuevo millas y sonda. Me planté en los 100 metros; la profundidad que más me gusta porque normalmente las piedras que encuentro suben hasta los 70 – 80 metros y se pescan bien con Jigs de no más de 200 gr.
En la caña un viejo rockero, el Sea Rock de 200gr, originalmente rosa y ahora más color plomo que rosa por las jornadas de piedra que el pobre ya lleva encima. Como casi siempre últimamente, un anzuelo simple en la cola del que cuelga un vinilo, nada de Assist.
Llevaba un rato probando piedras y en general las encontraba muy cortas de engado, alguna cosilla pegada al fondo pero no eran las grandes bolas de pasto que estaba encontrando semanas atrás en las piedras titulares. Ya estaba convencido de que en realidad me conozco ya todas las piedras buenas y que esta historia de probar a ciegas está bien solamente para los comienzos (soy capaz de ser tan tonto como para pensar que conozco algo el mar y la pesca, menos mal que no me dura más que unos minutos ☺) cuando de repente zasss, punterazos muy potentes y corre el carrete, poco a poco bombeo un buen abadejo de unos 6 kg. Miro la sonda pero la sigo encontrando discreta, sin embargo tiene pescado, lo marca pero ¿son eso puntitos estos pedazo abadejos?. Otra pasada y otra picada, un buen peixe pasado de los 5 Kg. No hay duda, acabo de pegar un petón muy bueno y me estoy dando cuenta de que hay que prestar también atención a este tipo de sonda, le hago una foto a la pantalla de la Furuno y me voy de la piedra que con estos dos pepinos el día está hecho.
Sigo sondando y en otras piedras por las mismas cotas encuentro de nuevo ese tipo de sonda; algunas veces fallo y no pesco, pero en otras tres ocasiones tengo picada y subo a bordo unos preciosos ejemplares.
El desafío como casi siempre ha merecido la pena, un buen lote de nuevas piedras en la libreta y una imagen de sonda para reflexionar. De camino a casa me quedan 3 ó 4 petones titulares pata negra así que es un buen día para sacar alguna conclusión. Me paro en ellos, pues están cargados de engado como de costumbre, pero señores ni picada, nada, cero.
Nada más, llego a puerto contento, con la sensación de una buena experiencia fruto del trabajo bien hecho.